En estos días en los que me he sentido más huraño que de costumbre, según yo, diciéndome que quería desligarme del mundo, por fin tuve la oportunidad de vivenciar esto.
El mundo fue representado ayer noche por mi celular. Celular o móvil, da lo mismo, me lo robaron. Me suena fácil decirlo: me robaron. Pero no lo es para quien ha estado habituado a mantenerse indemne a tales situaciones. Hablo de mí, libre de estos sustos desde hace –sin exagerar- diez años.
El último hurto del que fui víctima fue cuando tuve diecinueve años. El par de zapatos deportivos que estuve puesto, cuando me aprisionaron el cuello con un brazo, me tumbaron y me los quitaron. Fueron dos ladronzuelos aquella vez. Dos también ayer.
Puedo decir que perder mi celular fue la crónica de un robo anunciado. Basta que repase, nada más, los últimos días, cuando me percataba de lo desmejorado de la lata de él, y me decía: como que ha llegado la hora de cambiarlo. Hasta se me pasó por la cabeza de que estaba descontinuado y que me aburrí sobremanera poseerlo. Extrañamente, sentía remordimientos por pensar así.
Cuando visité a mi amiga peluquera, ella me habló de un asalto donde murió la dueña de un locutorio, ubicado ciertamente diagonal y al frente de donde ella labora. Y me dijo: “Por eso, Ramiro, si te roban, déjate no más robar”. Yo, bromeando, le sugerí a su vez: “Y tú, cuando te digan: tu cuerpo o tu celular, cuidado con entregarte…”
Un día antes recuerdo que cuando coqueteé con alguien y tratando de obtener su número de celular, a lo cual ésta se negó pretextando no poseer uno, salí del bochorno diciendo: “A mí se me robaron el celular, a dos cuadras de aquí, así que creo que por eso no debes tener uno, ¿también te lo robaron, verdad?”
Imaginarse yo diciendo esto para salvarme, sin saber que podría hacerse realidad.
Era ya de noche, pude haberme bajado en la parada respectiva, cerca de mi casa, pero no, lo hice más allá. Decidí caminar y cuando regresaba, inclusive me topé con un ex compañero de colegio, con el cual conversé unos segundos. Luego fui hacia una cabina, aprovechando llamar a la gordita Esther. Al salir guardé despreocupadamente el celular en el bolsillo de mi pantalón. Sentí una especie de intuición, sabes, pero bueno, no le hice caso y seguí mi camino. Avancé cinco cuadras y entonces los vi aproximarse detrás de mí. Volví a intuir el peligro, pero me negué a creerlo. Tal vez, me dije, se trate de que simplemente van a un lugar idéntico al mío, imaginarme que puedan seguirme a mí, todavía!
Bueno, yo y mi ingenuidad. Era a mí mismo que me seguían. Me tomaron por asalto, de improviso, sin darme tiempo a pensar si era una broma o no. Él uno, a mi derecha, me apuntó con una especie de cuchillo. Lo que pensé fue: oh, mi cédula, mi tarjeta de débito. Pero, el otro, enseguida me metió la mano al bolsillo. No, no es como una rima, fue así, me cayeron encima!! Fueron directo al celular. Lo dijeron claro: “Danos por las buenas, el celular” o sea no querían más sino sólo eso. Él que tomó el celular de mi bolsillo tomó también mi cédula de identidad.
¡Oh, dónde estaré yo revolcado, por qué parajes, alcantarillas malolientes o escombros habré ido a parar, yo, en la foto de mi cédula de identidad! Al verme despojado de mi celular, lo que se me pasó por la cabeza fue decirles que al menos me dejaran mi chip, por mis contactos, mi intimidad, y hasta la tarjeta de memoria!! Pero no, ellos me insultaron y me dijeron que me quedara “frío”, so pena de ahí mismo, a lo mejor, dejarme medio muerto. No es raro, como un flash tuve conciencia de los casos en los que muchos murieron sólo por un celular. Lo poco que cuesta una vida: un celular! Les hice caso, me quedé frío. O sea, morir, no tengo así como se dice tanto pavor, pero morir, en plena calle, desprotegido, herido, maltrecho, no, así no juego! Tanteé mis bolsillos, faltaba mi cédula! Llegué a casa, pensando en el trámite engorroso que me esperaba para denunciar el robo y pedir otra identificación.
Hoy, heme aquí, sin celular, incomunicado, seguramente violado en mi intimidad. El celular tenía fotos, documentos, ¡qué será de él! Y mi cédula, por qué recovecos estará?
para remate, la computadora en casa sigue descompuesta y no puedo seguir transcribiendo mis novelas. por cierto, correrán peligro mis escritos que tuve en el celular?
el tiempo lo dirá. Será lo que Dios quiera.
viernes, 13 de febrero de 2009
martes, 10 de febrero de 2009
Mi primer amigo
Cristian Dávila, así se llamó mi primer amigo. Lo conocí en el colegio y recuerdo que si no fue porque yo me acerqué a saludarle nunca hubiéramos entablado una amistad entrañable.
Era justo igual a mí, física e intelectualmente. O sea, dos perdedores en el colegio. Dos nerds que debían hacerse compañía para enfrentar los rituales de sociabilización de los adolescentes. Contrario a mí, Cristian quería destacar, ser famoso, y todas esas tonteras de ser el amigo de todos, el pana ideal. Bueno, no usábamos lentes, pero éramos gordos y muchos deseos de estudiar y descollar con algún diploma, por qué no?
Si me distancié de él, podrás creer, querido y estúpido blog, que no hubo una razón exacta, pero sí atenuantes. Gastábamos bromas en el curso, secretamente nos burlábamos y hacíamos caricaturas de las profesores-las que luego se hicieron populares en todo el curso.
Pero así y todo, yo desconfiaba de él. No sé si hice bien en ello; tal vez me dejé llevar por una tarada predicción del zodiaco que alguna vez leímos. Que todo cáncer tiene a géminis como enemigo secreto. Yo soy cáncer y él géminis, y no sé, tal vez nos lo metimos en nuestro inconsciente desde aquel supersticioso día.
Bueno, él no ayudaba en nada a que yo pudiera tenerle confianza. Había una chica a la vuelta de mi casa que yo en verdad no sé si la odiaba o la amaba, jua, jua, y qué crees, él la visitaba a escondidas mías. Yo de caprichoso no me llevaba con ella y quería que él tampoco. Encima, lo reconozco yo la molestaba mucho y eso a la larga hizo que esta chica me tomara fastidio.
Vuelvo a repetir, por caprichoso y resentido he perdido amistades. Puedo agregar que en verdad analizándolo todo, yo lo he hecho para librarme de ellos. Aunque luego los extrañe, creo que en verdad quería cortar nexos, sentirme libre. Porque en esencia, eso he sido, un solitario. Me ha encantado siempre disfrutar de mi soledad.
En suma, él fue mi primer amigo, mi hermano, pese a mis desconfianzas. Su mamá, recuerdo, nos decía que nuestra amistad se terminaría algún día, pues ella mucha experiencia en eso tenía. Pero nosotros la refutábamos diciéndole que la nuestra era una amistad a prueba de todo. Revisando, ayer, domingo de aburrimiento, algunos escritos, he visto la promesa de él, de que hasta compadres seríamos de alguno de nuestros hijos.
Por qué perdimos contacto al salir del colegio? Yo me sentí estúpidamente traicionado. Era un nerd caprichoso y ya, pues, sentía que debía hacerle notar mi enojo tratándolo con cierta indiferencia. Cuando recapacitaba de mi actitud e iba a su casa a visitarlo él en cambio me trataba con cierto desdén. Cuando él volvía en sí, jua, jua, volvía a mi casa, pasado algunos días, cuando yo volvía en cambio a mostrarme dolido.
Así, en este ir y venir, la verdad, me propuse y creo que él también, alejarnos de una vez por todas. Bueno, lo conseguimos.
Hoy, nada somos. Admito que entre los compañeros de colegio con los que he vuelto a mantener contacto, no hay ninguno de los que fueron mis amigos. Es algo triste, teniendo en cuenta que fueron más amigos de Cristian que míos. Uno de estos compañeros de curso me facilitó su número telefónico. Me puse en contacto con él, nos tratamos cortésmente, pero al final él dejó en claro que no tenía los ánimos para volver atrás. La amistad ya se dio por perdida. Lo entiendo, debo actuar igual. ¿Pero por qué me duele? ¿Quizá porque reconozco que fue mi culpa? Hoy debe él recordarme como un gran amigo que fui, pero así mismo como un niño caprichoso y voluble.
Perdí esta amistad. En este mundo voluble, donde las pasiones pueden más que la fidelidad, en el que hay caras que se escudan en la risa falsa, sólo para luego a traición atravesarnos con el puñal de la ingratitud y la daga de la calumnia. Aunque imagino que en realidad nunca amigo mío debió ser, en honor a la verdad. Puesto que porque mantuvo su actitud siempre de ser simpático con todos, relegándome siempre a mí? Cierto, él quería ser popular, lo que yo no. Él buscaba y encontraba siempre con sus bromas y atenciones que la mayoría de la gente lo tomara en cuenta, lo buscara y le consultara. Yo, en aquellas veces era olvidado. La Universidad, él con su carrera, yo con la mía, le favoreció. Alejado de mí bien pudo ser el presidente y el más popular de sus cursos. Luego supe de sus amistades por doquier. Mientras yo fui lo que siempre estuve destinado a ser, un solitario. Definitivamente, sí, éramos iguales y a la vez distintos. Y su naturaleza debía encontrar su cauce, como la mía también. Si la suya fue llegar hacia las luces opulentas de las relaciones humanas, la mía, debió volver detrás de los bastidores. Era el destino quien debió separar nuestros caminos. ¡Estaba escrito! Si así pasó por mi culpa, fue al final porque fui un instrumento para que terminara sucediendo.
Si intenté una reconciliación con el pasado, y no funcionó, evidentemente el destino estaba escrito.
Querido y odiado blog, he leído que en esta vida, entre los hermanos, los esposos, los amigos y los novios, debe haber uno quien domine al otro. Hablo no de una dominación dictatorial en la que uno decida por otro, sino la de la inteligencia emocional, donde uno sirva de mayor apoyo al otro. Tratándose de emociones siempre habrá uno más fuerte que el otro, y quien sirva de soporte a otro; uno quien pese más, en quien el otro venza.
En este caso no fuimos ni él ni yo, y como éramos del mismo calibre debimos buscar aparte nuestro camino. Está explicado, querido y odiado blog?
Hoy, blog, si por acaso quieras tú contarle todo esto al Cristian, dile que está bien que no me haya dado ni siquiera la posibilidad de hablar y explicarle todo esto que te he confesado, que a mi manera de ver, le hubiese servido a él también. Pues al llegar a cierta madurez uno ve el pasado , a fuerza de haber aprendido en todos esos años finalmente entiende las decisiones, comprender los motivos y las acciones de los demás, hasta puede despojarse de rencores e identificarse con los enemigos que uno haya tenido.
Pensé que aclarándolo todo, y diciendo: bueno, me disculpo, sabes, en verdad valoré y valoro tu amistad, pese a todo. Tú sabes, era un tontuelo, y en la adolescencia ví gigantescos los problemas y las ofensas que hoy reconozco como pigmeas.
Cristian, no me permitiste decirte esto. No sé el por qué de tu negativa. Quizá quieras dejar el pasado atrás porque hoy el futuro te sonríe y tienes –sin duda- respondiendo a tu naturaleza simpática y don de gentes, un montón de amigos por donde escoger. Imagínate pretender que yo te hiciera entonces falta! Pero como nuestros caminos son diferentes, te diré: si que te he echado en falta, pero, bueno, no soy un dramático. Sólo quería decirte: gracias por tu amistad, nunca como ella he vuelto a encontrar. A tu lado pude darme a conocer a mucha gente en aquella época, gracias a ti conocí a aquellos que fueron tus amigos, tú me los compartiste!, contigo me reí hasta más no poder, y en fin,
Era justo igual a mí, física e intelectualmente. O sea, dos perdedores en el colegio. Dos nerds que debían hacerse compañía para enfrentar los rituales de sociabilización de los adolescentes. Contrario a mí, Cristian quería destacar, ser famoso, y todas esas tonteras de ser el amigo de todos, el pana ideal. Bueno, no usábamos lentes, pero éramos gordos y muchos deseos de estudiar y descollar con algún diploma, por qué no?
Si me distancié de él, podrás creer, querido y estúpido blog, que no hubo una razón exacta, pero sí atenuantes. Gastábamos bromas en el curso, secretamente nos burlábamos y hacíamos caricaturas de las profesores-las que luego se hicieron populares en todo el curso.
Pero así y todo, yo desconfiaba de él. No sé si hice bien en ello; tal vez me dejé llevar por una tarada predicción del zodiaco que alguna vez leímos. Que todo cáncer tiene a géminis como enemigo secreto. Yo soy cáncer y él géminis, y no sé, tal vez nos lo metimos en nuestro inconsciente desde aquel supersticioso día.
Bueno, él no ayudaba en nada a que yo pudiera tenerle confianza. Había una chica a la vuelta de mi casa que yo en verdad no sé si la odiaba o la amaba, jua, jua, y qué crees, él la visitaba a escondidas mías. Yo de caprichoso no me llevaba con ella y quería que él tampoco. Encima, lo reconozco yo la molestaba mucho y eso a la larga hizo que esta chica me tomara fastidio.
Vuelvo a repetir, por caprichoso y resentido he perdido amistades. Puedo agregar que en verdad analizándolo todo, yo lo he hecho para librarme de ellos. Aunque luego los extrañe, creo que en verdad quería cortar nexos, sentirme libre. Porque en esencia, eso he sido, un solitario. Me ha encantado siempre disfrutar de mi soledad.
En suma, él fue mi primer amigo, mi hermano, pese a mis desconfianzas. Su mamá, recuerdo, nos decía que nuestra amistad se terminaría algún día, pues ella mucha experiencia en eso tenía. Pero nosotros la refutábamos diciéndole que la nuestra era una amistad a prueba de todo. Revisando, ayer, domingo de aburrimiento, algunos escritos, he visto la promesa de él, de que hasta compadres seríamos de alguno de nuestros hijos.
Por qué perdimos contacto al salir del colegio? Yo me sentí estúpidamente traicionado. Era un nerd caprichoso y ya, pues, sentía que debía hacerle notar mi enojo tratándolo con cierta indiferencia. Cuando recapacitaba de mi actitud e iba a su casa a visitarlo él en cambio me trataba con cierto desdén. Cuando él volvía en sí, jua, jua, volvía a mi casa, pasado algunos días, cuando yo volvía en cambio a mostrarme dolido.
Así, en este ir y venir, la verdad, me propuse y creo que él también, alejarnos de una vez por todas. Bueno, lo conseguimos.
Hoy, nada somos. Admito que entre los compañeros de colegio con los que he vuelto a mantener contacto, no hay ninguno de los que fueron mis amigos. Es algo triste, teniendo en cuenta que fueron más amigos de Cristian que míos. Uno de estos compañeros de curso me facilitó su número telefónico. Me puse en contacto con él, nos tratamos cortésmente, pero al final él dejó en claro que no tenía los ánimos para volver atrás. La amistad ya se dio por perdida. Lo entiendo, debo actuar igual. ¿Pero por qué me duele? ¿Quizá porque reconozco que fue mi culpa? Hoy debe él recordarme como un gran amigo que fui, pero así mismo como un niño caprichoso y voluble.
Perdí esta amistad. En este mundo voluble, donde las pasiones pueden más que la fidelidad, en el que hay caras que se escudan en la risa falsa, sólo para luego a traición atravesarnos con el puñal de la ingratitud y la daga de la calumnia. Aunque imagino que en realidad nunca amigo mío debió ser, en honor a la verdad. Puesto que porque mantuvo su actitud siempre de ser simpático con todos, relegándome siempre a mí? Cierto, él quería ser popular, lo que yo no. Él buscaba y encontraba siempre con sus bromas y atenciones que la mayoría de la gente lo tomara en cuenta, lo buscara y le consultara. Yo, en aquellas veces era olvidado. La Universidad, él con su carrera, yo con la mía, le favoreció. Alejado de mí bien pudo ser el presidente y el más popular de sus cursos. Luego supe de sus amistades por doquier. Mientras yo fui lo que siempre estuve destinado a ser, un solitario. Definitivamente, sí, éramos iguales y a la vez distintos. Y su naturaleza debía encontrar su cauce, como la mía también. Si la suya fue llegar hacia las luces opulentas de las relaciones humanas, la mía, debió volver detrás de los bastidores. Era el destino quien debió separar nuestros caminos. ¡Estaba escrito! Si así pasó por mi culpa, fue al final porque fui un instrumento para que terminara sucediendo.
Si intenté una reconciliación con el pasado, y no funcionó, evidentemente el destino estaba escrito.
Querido y odiado blog, he leído que en esta vida, entre los hermanos, los esposos, los amigos y los novios, debe haber uno quien domine al otro. Hablo no de una dominación dictatorial en la que uno decida por otro, sino la de la inteligencia emocional, donde uno sirva de mayor apoyo al otro. Tratándose de emociones siempre habrá uno más fuerte que el otro, y quien sirva de soporte a otro; uno quien pese más, en quien el otro venza.
En este caso no fuimos ni él ni yo, y como éramos del mismo calibre debimos buscar aparte nuestro camino. Está explicado, querido y odiado blog?
Hoy, blog, si por acaso quieras tú contarle todo esto al Cristian, dile que está bien que no me haya dado ni siquiera la posibilidad de hablar y explicarle todo esto que te he confesado, que a mi manera de ver, le hubiese servido a él también. Pues al llegar a cierta madurez uno ve el pasado , a fuerza de haber aprendido en todos esos años finalmente entiende las decisiones, comprender los motivos y las acciones de los demás, hasta puede despojarse de rencores e identificarse con los enemigos que uno haya tenido.
Pensé que aclarándolo todo, y diciendo: bueno, me disculpo, sabes, en verdad valoré y valoro tu amistad, pese a todo. Tú sabes, era un tontuelo, y en la adolescencia ví gigantescos los problemas y las ofensas que hoy reconozco como pigmeas.
Cristian, no me permitiste decirte esto. No sé el por qué de tu negativa. Quizá quieras dejar el pasado atrás porque hoy el futuro te sonríe y tienes –sin duda- respondiendo a tu naturaleza simpática y don de gentes, un montón de amigos por donde escoger. Imagínate pretender que yo te hiciera entonces falta! Pero como nuestros caminos son diferentes, te diré: si que te he echado en falta, pero, bueno, no soy un dramático. Sólo quería decirte: gracias por tu amistad, nunca como ella he vuelto a encontrar. A tu lado pude darme a conocer a mucha gente en aquella época, gracias a ti conocí a aquellos que fueron tus amigos, tú me los compartiste!, contigo me reí hasta más no poder, y en fin,
Etiquetas:
amigos en ecuador,
amigos en guayaquil,
amistades,
Mejor amigo
A las amistades que perdí
En estos avatares de la vida que he tenido, debo reconocer como en auto análisis que si he perdido mis amistades ha sido en parte por mi culpa.
Realmente, querido y odiado blog (se me ha ocurrido ahora a más de querido endilgarte el adjetivo de odiado) ayer que estuve leyendo otra vez “El lobo estepario” me he encontrado que soy otro lobo más en esta ciudad. Tengo tantas ambivalencias en mi vida, y emociones y sentimientos encontrados con las personas y conmigo mismo.
Hoy recordé especialmente a Mónica y a Cristian. Qué buenos amigos lo fueron! En distintas épocas y sin embargo que idénticos se me figuran hoy a mí. Con ambos mantuve una amistad, digamos, con humor negro. Nos tratábamos de queridos y odiados –así como te trato a ti, y enorgullécete de que lo haga así, pues te demuestro confianza de esa forma-. Éramos crueles en nuestros comentarios, en nuestros saludos y podría decirse que hasta secretamente nos teníamos envidia. No es nada raro esto último. Cuando llegamos al colmo de la confianza, entre amigos, al conocernos al dedillo, al saber nuestros defectos y virtudes, nos unimos tanto a nuestros amigos que si les va bien, no nos alegramos hasta que él o ella nos comparta un poco de su éxito. Es decir, si nuestro amigo tuvo una mejor calificación o por fin el primer empleo (te hablo de aquellos tiempos que ya se fueron), no nos alegramos de corazón, a menos que nuestro amigo nos ayude a repetir tal hazaña. O sea, debe compartir ese éxito con nosotros de alguna forma, puesto que nos hemos convertido en una imagen de él, como el reflejo de su espejo, por tanto, deseamos que nos ocurra eso también a nosotros.
Realmente, querido y odiado blog (se me ha ocurrido ahora a más de querido endilgarte el adjetivo de odiado) ayer que estuve leyendo otra vez “El lobo estepario” me he encontrado que soy otro lobo más en esta ciudad. Tengo tantas ambivalencias en mi vida, y emociones y sentimientos encontrados con las personas y conmigo mismo.
Hoy recordé especialmente a Mónica y a Cristian. Qué buenos amigos lo fueron! En distintas épocas y sin embargo que idénticos se me figuran hoy a mí. Con ambos mantuve una amistad, digamos, con humor negro. Nos tratábamos de queridos y odiados –así como te trato a ti, y enorgullécete de que lo haga así, pues te demuestro confianza de esa forma-. Éramos crueles en nuestros comentarios, en nuestros saludos y podría decirse que hasta secretamente nos teníamos envidia. No es nada raro esto último. Cuando llegamos al colmo de la confianza, entre amigos, al conocernos al dedillo, al saber nuestros defectos y virtudes, nos unimos tanto a nuestros amigos que si les va bien, no nos alegramos hasta que él o ella nos comparta un poco de su éxito. Es decir, si nuestro amigo tuvo una mejor calificación o por fin el primer empleo (te hablo de aquellos tiempos que ya se fueron), no nos alegramos de corazón, a menos que nuestro amigo nos ayude a repetir tal hazaña. O sea, debe compartir ese éxito con nosotros de alguna forma, puesto que nos hemos convertido en una imagen de él, como el reflejo de su espejo, por tanto, deseamos que nos ocurra eso también a nosotros.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)